La
Economía
informal
y
la
Economía
popular
En
referencia
a
esta
noción
encontramos
algunas
variantes
tales
como:
sector
informal,
economía
subterránea,
economía
no
registrada,
economía
no
estructurada,
etc.
(Arellano,
Gasse
y
Verna,
1992,
p.
42).
Una
definición
precisa
de
economía
informal
es
dada
por
Bairoch
y
referida
por
Favreau
y
Fréchette:
La
Economía
informal
es
un
conjunto
de
actividades
que
escapa
a
toda
reglamentación
y
con
uso
intenso
de
mano
de
obra,
cuyas
calificaciones
han
sido
adquiridas
fuera
del
sistema
educativo
(Bairoch,
1997,
citado
por
Favreau
y
Fréchette,
2002a,
p.
97,
nuestra
traducción).
Sin
embargo,
en
los
países
latinoamericanos,
esta
economía
informal
tiene
lugar
en
una
situación
de
urbanización
sin
industrialización,
contrariamente
a
la
urbanización
llamada
“industrial”
en
los
países
desarrollados.
En
Europa
y
en
América
del
Norte,
la
urbanización
ha
sido
concomitante
a
la
industrialización.
No
es
el
caso
ni
de
América
Latina
ni
del
Perú.
Estas
sociedades
se
han
urbanizado
sin
industrializase.
Es
la
inflación
urbana
del
Tercer
Mundo
(Bairoch,
1997).
Además,
los
migrantes
difícilmente
han
encontrado
empleo
en
el
sector
moderno
de
la
economía,
sector
demasiado
pequeño.
Es
así
que
encontramos
una
población
urbana
flotante:
más
del
70%
de
ella
está
sin
empleo
o
vive
de
un
trabajo
precario
en
el
marco
de
la
economía
informal
(Favreau
y
Fréchette,
2002b,
p.
8,
nuestra
traducción)
Pero
el
sector
informal
no
existe
aislado
del
resto
de
la
economía
y
de
la
sociedad,
incluso
se
encuentra
en
fuerte
interacción
con
los
otros
sectores
y
juega
un
rol
importante
en
las
economías
de
los
países
del
Sur.
Así,
los
investigadores
Davies
y
Bromley
proponen
cada
uno
a
su
turno
una
visión
de
la
informalidad
más
integrada
al
sistema
económico.
Rob
Davies
(1979,
p.
87-105,
citado
por
Portes,
1981,
p.
230)
presenta
un
enfoque
pragmático
sobre
el
rol
que
juega
la
informalidad
en
las
economías
del
Sur:
El
sector
informal
es
preservado
porque
cubre
tres
funciones
importantes
para
el
conjunto
de
la
economía
capitalista:
en
primer
lugar,
reduce
al
mínimo
la
diferencia
de
ingresos
urbano/rural
necesaria
para
atraer
los
trabajadores
inmigrantes
hacia
la
ciudad;
en
segundo
lugar,
facilita
una
suerte
de
seguro
de
desempleo
para
los
trabajadores
que
llegan
al
sector
informal
desde
el
sector
formal,
sin
costo
para
el
sistema
formal;
en
tercer
lugar,
provee
bienes
y
servicios
para
el
consumo
popular
que
de
otro
modo
no
estarían
disponibles
o
serian
demasiado
costosos
(Portes,
1981,
p.
230,
nuestra
traducción).
Así,
Rob
Davies,
sobre
la
base
de
un
estudio
hecho
en
las
barriadas
de
Zimbabwe,
propone
un
modelo
de
articulación
entre
los
modos
de
producción
formal
e
informal,
sobre
la
base
de
la
persistencia
del
sector
informal
y
los
roles
que
él
juega,
a
pesar
que
esté
a
menudo
en
competencia
con
el
sector
formal.
De
otro
lado,
Bromley
y
Gerry
(1979,
p.
3-26),
en
una
investigación
sobre
los
países
en
vías
de
desarrollo,
definieron “casual
work”
como
“una
manera
cualquiera
de
ganarse
la
vida
con
un
bajo
nivel
de
seguridad
en
cuanto
a
ingresos
y
al
empleo
mismo”.
Estos
investigadores
van
a
establecer
una
tipología
de
« casual
work »
en
cuatro
categorías:
- Empleo a corto plazo, tal como los trabajos llamados ‘estacionales’.
- Empleo disfrazado, estos empleos parecen ser independientes, pero en realidad son empleos dependientes en los que el patrón prefiere “disfrazarlos” para no asumir los costos de la seguridad social ni respetar el salario mínimo, dando una independencia ficticia a los trabajadores.
- Empleo dependiente, es el caso en el que el patrón reconoce a su trabajador, pero el marco legal sólo es respetado parcialmente.
- Empleo independiente, los verdaderos “autoempleados”, empresarios populares generalmente a escala micro o de empresa “individual”.
De este modo, mucho de lo que parece ser ‘empleo independiente’ en las ciudades del tercer mundo, son en verdad empleos bajo el control y beneficio de empresas formales. Por ejemplo, el caso de los vendedores de diarios en relación a las empresas editoras de diarios, o los vendedores de la calle que ofrecen productos diversos, pero que provienen de algunos grandes proveedores. Aunque Bromley y Gerry no utilizan específicamente el término “informal”, se trata de este fenómeno en estos casos.
En
el
contexto
descrito,
la
solidaridad
social
y
la
economía
social
han
jugado
un
rol
extraordinario.
Al
inicio,
como
una
estrategia
de
sobrevivencia
y
después
como
una
“manera
de
hacer
las
cosas”,
las
organizaciones
populares
han
cambiado
el
rostro
de
la
ciudad
con
practicas
autogestionarias
y
de
democracia
participativa.
Así,
estas
prácticas
están
muy
alejadas
de
aquellas
que
se
encuentran
en
el
sector
“moderno”
o
“formal”
de
la
economía
y
la
organización
del
resto
de
la
sociedad
peruana.
La
experiencia
de
Villa
El
Salvador
es
notable
en
este
escenario,
pero
la
historia
reciente
de
Lima
habla
también
de
otros
casos
de
barriadas
menos
solidarias
y
menos
organizadas
que
Villa
El
Salvador.
En
numerosos
países
del
Sur,
los
movimientos
asociativos
locales
en
las
barriadas
tienden
en
efecto
a
tomar
protagonismo
en
la
escena
social
y
política.
Ellos
son
igualmente
cada
vez
más
activos
en
el
terreno
económico.
De
allí
las
nociones
de
economía
popular
y
de
economía
solidaria
ligadas
a
las
del
desarrollo
comunitario.
Entre
el
conjunto
de
iniciativas,
una
experiencia
significativa,
aunque
relativamente
poco
conocida
ilustra
esa
nueva
dinámica:
Villa
El
Salvador,
en
Perú,
una
barriada
de
350
000
habitantes
en
las
afueras
de
Lima,
hoy
convertida
en
una
ciudad
en
la
que
la
movilización
social
de
los
residentes,
la
economía
solidaria
y
el
desarrollo
local
han
constituido
elementos
determinantes
en
la
lucha
contra
la
pobreza
(Favreau
y
Fréchette,
2002b,
p.
6-7,
nuestra
traducción)
Sin
embargo,
la
organización
comunitaria
en
los
países
del
Sur
es
prácticamente
una
estrategia
de
sobrevivencia.
No
se
trata
de
evaluar
su
pertinencia,
es
una
cuestión
de
vida
o
de
muerte
para
los
habitantes
de
las
nuevas
barriadas.
Emerge
así
una
“economía
informal”
que
no
debemos
interpretar
automáticamente
como
una
expresión
de
“economía
social”:
Desde
un
inicio,
conviene
aquí
no
confundir
la
economía
informal
con
la
economía
social
y
solidaria.
La
economía
informal
es
un
dispositivo
de
sobrevivencia,
no
un
dispositivo
de
desarrollo.
En
América
Latina,
la
economía
informal
es
predominante,
ocupando
del
50%
al
70%
de
la
población
urbana
(Favreau
y
Fréchette,
2002b,
p.
8-9)
A
modo
de
síntesis,
en
el
marco
de
nuestra
investigación,
la
“economía
popular”
es
entonces
el
término
que
describe
mejor
las
actividades
productivas,
comerciales
y
de
servicios
en
las
zonas
periféricas
urbanas
de
los
países
del
Sur
(Nyssens,
1997,
p.
173-174;
Castel,
2003,
p.
3-4),
es
decir
los
mismos
lugares
en
los
que
verificamos
la
aparición,
evolución
y
transformación
de
las
barriadas
en
ciudades
emergentes.
Además,
creemos
necesario
precisar
adecuadamente
otros
conceptos
que
son
utilizados
sea
como
sinónimos,
sea
como
términos
muy
ligados
al
de
la
economía
popular.
Una
parte
de
la
economía
popular,
generalmente
menos
compleja
y
producto
de
una
estrategia
de
sobrevivencia,
es
llamada
“economía
informal”.
Se
trata
del
sector
de
la
economía
popular
que
no
observa
el
cumplimiento
de
los
dispositivos
legales
y
los
reglamentos.
Hay
igualmente
actividades
informales
que
no
forman
parte
de
la
economía
popular,
tales
como
los
sectores
no
populares
de
los
mercados
negros
y
de
la
delincuencia
organizada.
Así,
los
grandes
contrabandistas
no
son
considerados
como
parte
de
la
economía
popular,
pero
ellos
utilizan
canales
informales
de
distribución
y
de
venta
informal
al
menudeo,
estos
dos
últimos
pertenecientes
a
la
esfera
de
la
economía
popular.
En
otro
nivel
de
análisis,
existe
también
una
parte
de
la
economía
popular
que
se
parece
a
aquella
denominada
“economía
social”.
Se
trata
de
instituciones
formales
o
informales
que
son
establecidas
en
las
zonas
periféricas
o
que
prestan
servicios
a
favor
de
la
población
en
esas
zonas.
A
veces,
este
sector
es
llamado
“economía
popular
solidaria”.
Los
empresarios populares con sus iniciativas económicas se convierten
entonces en protagonistas de la economía popular, y las zonas
populares en las que ellos desarrollan sus iniciativas emergen como
nuevos mercados a considerar en la periferia de la metrópoli.
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